COMPAÑERO DE VIAJE

Fresco sobre panel de yeso.

Entre velos de azul, violeta y rojo que se disuelven como recuerdos en el aire, reposa la silueta negra de un perro que mira hacia la izquierda, quizá hacia el pasado, quizá hacia lo invisible. Su quietud contiene un universo de lealtad y silencio, una presencia que acompaña sin decir, que observa sin juzgar.
La autora, antropóloga del alma y del tiempo, deja entrever en esta pieza su diálogo constante con la memoria, los afectos y los vínculos que nos sostienen. Compañero de viaje no solo retrata a un animal: evoca el espíritu del camino compartido, el eco de quienes caminan junto a nosotros incluso cuando ya no están.